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Bitácora en la Ciudad.

Letras

Mar, letras...

 A embestidas suaves y rosas, la madrugada te iba poniendo nombres:
Sueño equivocado, Ángel sin salida, Mentira de lluvia en bosque.
    Al lindero de mi alma, que recuerda los ríos,
indecisa, dudó, inmóvil:
¿Vertida estrella, Confusa luz en la noche, Cristal sin voces?
    No.
Error de nieve en agua, tu nombre.
. El sonido de los grillos me acompañan en la noche.

Tener Alas

Tener Alas Volvería a pintarte si me lo pidieras; como aquella noche en que fuimos indios, destrozamos tu camisa y acabamos en el río.
¿Te acuerdas del paisaje? En la piscina juraría que aún queda agua de posguerra y la luna, que se refleja en ella, le regalaba su juventud.
Aquella noche las estrellas hicieron un pacto y todos los destellos iban a tus ojos, yo, ensimismada, me acurrucaba en tus brazos. La brisa hacia bailar a las ramas del sauce llorón que nos tapaba del resto del mundo y Doña Lechuza vigilaba nuestra guarida secreta..
Foto: Aldeanueva del Camino

Secreto.

Secreto.

Chueca era Bloomsbury

Chueca era Bloomsbury

Se cumplió la consigna de Lorca: jotos de México, pájaros de la Habana, gays del Universo, que un día fueron carne para la fusta, tomaron Madrid y dieron una patada a los peinadores de seda.

...nadie podría soñar que las manolas de Malasaña un día serían el bloque transformador, ni que Chueca sería Bloomsbury, ni que Madrid se convertiría, como escribe Javier Cid, en el kilómetro cero del Orgullo Gay.

Madrid, aquella ciudad sin noche, que un día se llenó de sangre y vidrios, se pobló de las brigadas internacionales en bikinis, ángeles y drag queens.

Cuando Virginia Woolf pensó que ambos sexos comparten instintos, pero lo de luchar es un hábito del hombre, no podía imaginar cómo las mujeres españolas iban a conquistar el poder.

EllAs ya no pretenden ser ni mágicas ni sobrenaturales, sino guerreras, gustaban cuando callaban, pero ya no paran de hablar.

¿quien ha dicho que no saben luchar?"

Me preguntas…

Me preguntas…

Día del Libro.

Día del Libro.

Práctica 4.

Práctica 4. Práctica 4 Escuela de escritores, Madrid.
Practica Tema 4
Cuento "La fe" de Monzo, Quim
Propuesta partiendo de la situación narrada. escribir siendo narrador omnisciente u omnisciente limitado completar el relato, hacer que el protagonista luche por resolver su conflicto.

Texto.

Raúl no podía olvidar las palabras que había oído, las peguntas y reproches se repetian en un bucle infinito en su cabeza, temeroso pensaba si eran ciertas algunas afirmaciones que ella compartió con él.
Sentado, recordó algo que leyó hace tiempo, le venia la frase como un flash entrelazada con las que había escuchado de ella, "El amor es un impulso creativo" ¡El amor como acto creativo!, en su relacion no hay creacion, no hay accion no era algo vivo, pulsante, no hay riesgos, es un amór cotidiano sin sorpresas, su relación no es un todo.
Le golpeaba en la cabeza, frases sueltas que escuchaba en su rutina , en el autobús, en la oficina frases de amigos, familia, compañeros, se quedaban ahí en su pensamiento revolviéndolo todo, su cabeza repetía una y otra vez, "En una relación no debe de haber seguridad, la seguridad es para los conformistas". "El amor es inconformista, "no hay garantías establecidas","en el amor no hay apaños"
Se acercaba San Valentín, pensó en regalarle algo que le sorprendiera, algo para salir de la rutina, algo que le hiciera sentir emoción y apego por la vida, tuvo un momento donde se preguntó ¿pero este algo extraordinario reflejaría el amor por ella, o es solo un reflejo amoroso que realizamos todos por las mismas fechas?, ¿es algo impuesto, algo social?

El amor no es consumista, si es así, el amor es consumo y no sentimiento.
El amor se ha convertido en unas reglas establecidas que poco tienen que ver con la bocanada de vida que representa.
Raúl se va perdiendo entre tanto pensamiento que le impactan como proyectiles en la cabeza, se pregunta ¿quiero este amor?, ¿es amor o costumbre?, El mismo estaba creando una verdad, una respuesta a todas las dudas que ella construía todos los dias. Raúl con toda esta maraña de información que le comia la cabeza.

Arrancó la hoja y la guardo para dársela a ella, escribió.

Mi amor es una inercia cotidiana que me consume.

Etiquetas: prácticas, escuela, escritores, yo misma, Madrid, letras

¿No puede?

¿No puede?

Al despertar.

Al despertar.

Por la mañana la rutina no me dejó ver lo que había pensado, pero ahora, sola en mi habitación, comienzo a darme cuenta.

Hay risas en el salón, pero no puedo ni quiero unirme a ellas.

Leo algún libro, escucho música...

Sé que estoy triste, lo noto en mis ojos, lo puedo sentir en el nudo que se forma en mi garganta, pero no voy a llorar, no pienso llorar.

A veces me gustaría estar sola para siempre, caminar sin rumbo para siempre y no hablar con nadie para siempre.

A veces el mundo se vuelve tan grande que el miedo viene a dormir conmigo y yo ya no lo quiero, ni siquiera él es buena compañía.

Susurro cosas a mi oído, hago muecas a mi rostro y sé que estoy triste, pero no voy a llorar, no quiero llorar.

Se me ocurre que la vida es de cada uno, se me ocurre que tiene que hacer frío allá afuera, está lloviendo.

Hago llama del tabaco y me quedo mirando el rojo incandescente como va tomando toda la madera y siento el calor en mi mano.

Sueño grandes motivaciones que están en tiempo de espera, imagino intensas conversaciones que solo tengo conmigo y me digo que no importa.

Ahora mi mundo es más amplio, ahora imagino y sueño sin preguntar si puedo hacerlo, ahora simplemente lo hago.

Las lágrimas ya están aquí, en las cuencas de mis ojos se empeñan en hacerme compañía y poco a poco descienden por mi rostro a pesar de mi disconformidad porque lo hagan.

Cuando ha pasado un rato, encuentro que las lágrimas son buena compañía en soledad, que te hacen sentir terriblemente bien, soberanamente vulnerable.

Me gusta, su compañía me gusta y creo que me la quedaré, si, creo que lo haré.

Siempre que me pierda, lloraré tan profundo que ellas lo sabrán.

Vendrán sin opiniones absurdas, sin consejos, sin compasión...

Simplemente vendrán.

Caja de las Letras.

Caja de las Letras. El Instituto Cervantes, aprovechando la presencia de la cámara acorazada en el sótano de su sede central (Edificio de las Cariátides) de Madrid (España), utiliza las cajas de seguridad para que grandes personajes de la cultura hispánica depositen un legado que no se abrirá hasta la fecha que ellos decidan. Dichos compartimentos harían así las funciones de una cápsula del tiempo. El mencionado edificio tiene una cámara acorazada por haber sido la antigua sede del Banco Central.

Las casillas de Rayuela en Julio Cortázar

Las casillas de Rayuela en Julio Cortázar

Las casillas de Rayuela en Julio Cortázar

Contenido de las casillas

Casilla 1: Llega a Buenos Aires proveniente de Bruselas siendo un niño de cuatro años, que sólo habla francés y apenas ensaya algunas palabras mal pronunciadas en español. Sus compañeros de escuela se burlan de él, su padre lo abandona para siempre, su cuerpo crece de manera desproporcionada, sus huesos son débiles y se parten con facilidad al caer de una bicicleta. Entonces, se encierra en el armario de su cuarto, en total oscuridad y comienza a escuchar los sonidos de esas otras dimensiones que después las conocimos sus lectores por él. Cortázar inaugura así en la literatura hispanoamericana un género fantástico distinto al de Felisberto Hernández y al de Borges: es lo sobrenatural dentro de lo natural, lo fantástico siempre está en la realidad si sabemos mirar y oír de una manera diferente.

Casilla 2: El tímido maestro de escuela primaria. Se sonroja por todo. Se empieza a cansar de sus fantasmas y decide leerse toda la cultura occidental. En menos de dos años lee y traduce a sus escritores favoritos en lengua inglesa. Son años de lector compulsivo que le dan la sólida cultura que conoceremos luego por sus ensayos críticos y, sobre todo, por la futura erudición de Oliveira.

Casilla 3: En una tarde de sol, caminando por la calle Corrientes de Buenos Aires, se encuentra con dos pasiones simultáneas que terminan siendo una sola: la música del Jazz y el amor desenfrenado de Aurora Bernardez. Descubre que el ritmo lo es todo. Sólo la música penetra la máscara de las palabras, las sombras chinescas de los conceptos, el frío muro racional del pensamiento cartesiano. Una sola fuga de Bach derrumba el monstruoso edificio arquitectónico de las categorías de Kant. De ahí ese personaje enigmático del Perseguidor, que al poseer el don del ritmo de las otras dimensiones, es capaz de penetrar lo sagrado por medio de su saxofón.

Casilla 4: Un puente de París en una noche de lluvia. Cortázar mira el agua del río Sena y siente un profundo deseo de tirarse y de morir ahogado. No sería el primero ni el último. Se ha desencantado del mundo, está solo al igual que el universo en donde vive. Estas son las tierras arrasadas por el olvido de un Dios ausente. No es que se le haya extraviado el sentido de la vida, porque uno nunca pierde aquello que jamás ha tenido. Simplemente toca fondo. Morir en París, puede ser mejor que seguir viviendo en el infierno mental de su angustia.
Sin embargo, cuando decide quitarse el abrigo y regalárselo a un Clochard, para que no se desperdicie en el fondo del río, le surge la idea de su novela, su Rayuela, Oliveira, la Maga, Rocamadur, los miembros del Club de la Serpiente, Morelli, la utopía de la novela total, o sea, de la antinovela, escribir una novela que mate la literatura pomposa y seria. Jugar a decirlo todo desde el principio, con otros lenguajes de los que, al igual que el poeta Hofmannsthal, él tampoco conocía ni una sola palabra. Rayuela nace esa misma noche en la que el hombre Cortázar renunció a encontrarle a su existencia una certeza metafísica. Por eso, la auténtica literatura es asunto de descreídos y nunca de militantes.

Casilla 5: Cortázar es los otros: cada uno de sus personajes es un pasadizo oculto de su inconsciente que se muestra a la luz del mundo. La Maga es el arquero Zen: el descubrimiento del budismo, la ilusión del yo, la vacuidad, el lenguaje del silencio, el rechazo a la dialéctica, el zambullirse en la vida misma sin los flotadores existenciales de los prejuicios o de las esperanzas.
Oliveira es el flaneur en las calles del París de Baudelaire, el "matador de brújulas" que sabe que la ciudad luz es una metáfora de su propia angustia: Cada esquina, cada barrio, cada avenida es el mapa incompleto del sentido oculto de su propia vida. Oliveira es Cortázar antes de renunciar a la ilusión de las certezas metafísicas, un ateo que mientras niega la existencia de un Dios, se arrodilla a pedir perdón por lo que no comprende.

Casilla 6: Le llega a Cortázar la fama literaria universal. Incluso, mientras todavía cree que: "No me hago la ilusión de que podré lograr algo trascendental".

Casilla 7: Cortázar sigue creciendo. Pero esto no es una metáfora sino un signo de reactivación de su antigua enfermedad: la acromegalia. A su vida y a su obra las impregna la nostalgia, esa nostalgia del tiempo perdido que había descrito enRayuela, cuando le hizo decir a Oliveira que: "Después de los cuarenta años la verdadera cara la tenemos en la nuca, mirando desesperadamente para atrás".

Casilla 8: Julio y su novia Carol se contaminan por una transfusión de sangre a comienzos de los años ochenta. A los cuatro años ambos estaban muertos.

Casilla 9: Cada vez que leemos a Cortázar sabemos de su inmortalidad y recordamos sus palabras: "Cuando se ha salido de la infancia... se olvida que para llegar al cielo se necesitan, como ingredientes, una piedrita y la punta de un zapato".

Casilla 10: Esta casilla es el cielo. Pero como dijo muy bien Wittgenstein: "De lo que no se puede hablar es mejor guardar silencio

Extracto de: Elogio de la profundidad por Orlando Mejía-Rivera
Fuente: Revista ALEPH Febrero 2007

Literatura Inglesa.

Literatura Inglesa.

Jose Saramago

Jose Saramago

El hombre que se atrevió a decir NO. Hasta siempre.

En cualquier parte con un libro.

En cualquier parte con un libro.

Descubriendo a Emil Cioran a través de otros ojos.

Descubriendo a Emil Cioran a través de otros ojos.

La última vez que estuve en Hervás pasé a comprar unos retales para crear (o era mi deseo) unos bonitos adornos de muñecos, allí me encontré a Maru la mujer que lleva muchos años vendiendo retales (seguro que hay un nombre pero ya sabeis mis nombres para los oficios) y dando ideas para hacer mil cosas, su aspecto es una mujer con años pero muy moderna, pelo de color rosa , ojos maquillados con colores llamativos y su forma de vestir igual que ella sorprendente a la vez que cercana y agradable. Todo color, (contradicción pura el color mas llamativo al negro absoluto de Cioran)

Al lado del mostrador tenía un recorte colgado con la cara de Cioran, le pregunté por él y empezamos a hablar de su vida y obra, de Sabater su discipulo para algunos y muchas cosas mas mundanas y no mundanas.

El caso es que tengo deberes , yo sólo me leí hace mucho tiempo "Breviario de los vencidos" y "Cuadernos de Talamanca" , me quedan más libros que leerme.

Hace un rato, saqué de la cazadora el trozo de papel con su nombre y páginas donde encontrarlo que me escribió Maru (con esa letra suya) con "sus deberes" , luego me pasaré un dia de estos por la tienda de retales y charlaremos (Comentario de Texto ¿os acordais chicas?) con una cañas, hablaremos  sobre Cioran y este mundo que aún sigo sin entenderlo, cada día menos, ¡ Qué paren el mundo que yo me bajo!.

"Mi fuerza es no haberle encontrado respuesta a nada". E M Cioran 

Emil Cioran 

Los libros que amamos dicen algo sobre nosotros.

Los libros que amamos dicen algo sobre nosotros.

“Amenudo, es una cuestión de sensibilidad. Los libros que amamos dicen algo sobre nosotros, y sobre nuestros amigos. Explorar la estantería de alguien puede decirte tanto como leer su diario. El camino más rápido a la intimidad no es compartir una cama o un día de fiesta, sino compartir un libro”

“Clara, despacio, tenemos todo el tiempo‑ porque no quiero una vez más, no quiero aquí esta noche, esa agresión febril, esa acometida de animalito salvaje y desamparado, ese placer sombrío y terrible de otras veces.

Y sólo mucho más tarde, cuando estamos desnudas, hermosa su blancura escuálida y ya no avergonzada a la luz de las llamas ‑ahora sí he añadido leña al fuego, he cerrado las cortinas, he buscado unas mantas‑ entre el cabello oscuro y lacio de sirena, sólo ahora, casi de madrugada, dejo que se apretuje contra mí con este deseo oscuro, torpe, desolado que casi me da miedo, pegada a mí la piel contra la piel, iniciando un gemido que muere en estertor, restregándose contra mi cuerpo, sus dos piernas enlazadas como una trampa mortal en torno a mis caderas ‑suavecito, Clara, despacio, tenemos todo el tiempo‑, hasta que me desprendo del estrecho lazo de sus piernas y sus brazos ‑quieta, Clara, quieta, amor‑, la tumbo de espaldas, la fuerzo a no moverse, la sujeto contra el suelo con mis dos manos, y mi boca empieza un recorrido lentísimo por la garganta fina, palpitante, donde agonizan los gemidos, la garganta de alguien que se está ahogando y que no quiere gritar ‑silencio, Clara, quieta, todavía es de noche, tenemos todo el tiempo‑, un recorrido lentísimo por los hombros redondos que no logran de cualquier modo contener el temblor, por los huesos que se le marcan delicados en el escote, por los pechos chiquitos, por los pezones pálidos, de pezón a pezón mi boca mordisqueante, hasta que crecen hacia mí erizados y locos, encrespados bajo el aire abrasado de mi boca, bajo mis labios duros y mis dientes punzantes y breves, y son ellos ya los que buscan dientes y labios, y los muslos de Clara que se levantan hacia el vacío, también buscándome, porque yo sigo con mi boca sobre ella, mis manos inmovilizándola, mi cuerpo todavía distante ‑despacio, Clara, despacio, pronto llegará el alba‑, y los flancos de Clara arqueados de un modo tan violento y contorsionado, tan pálidos y flacos a la luz de las llamas, evocan imágenes sombrías de terribles torturas ancestrales, y ahora sí deslizo mi cuerpo sobre el suyo, y dejo que me aferren frenéticas sus piernas ‑despacio, Clara, despacio, amor, despacio‑, y mi mano va abriendo suavemente el estrecho camino entre su carne y mí carne, entre nuestros dos vientres confundidos, hasta llegar al húmedo pozo entre las piernas, unas fauces babeantes que devoran y vomitan todos los ensueños, y yo me hundo en él como en la boca de una fiera, arrastrada en las ondas de un torbellino en que naufrago, y crece el vaivén de nuestros cuerpos enlazados y el roce de mi mano entre sus muslos, y el gemido de Clara es de pronto como el aullido de una loba blanca degollada o violada con las primeras luces del alba ‑pero no hay temblores locos esta vez, no hay gemidos entrecortados, porque el placer brota, seguro y sin histerias, de lo más hondo de nosotras y asciende lento en un oleaje magnífico de olas espumosas y largas‑, y después Clara yace a mi lado, desmadejada como un muñeco de estopa, jadeante todavía, pero relajada al fin, recuperada finalmente su sombra o liberada para siempre de la caterva de los niños perdidos.

No me pregunta ¿y tú?, ¿estás bien?, ¿te ha gustado a ti? Qué maravilla, Clara no pregunta nada, ni tan siquiera dice que me quiere, queda ronroneante y desmadejada ‑los ojos cerrados y fugitiva en los labios una sonrisa a lo Gioconda‑, hasta es posible que esté medio dormida, porque no hace ningún gesto cuando me levanto, sigue tumbada quieta entre almohadones y mantas, ante las ascuas, igual que un gatito satisfecho que hubiera encontrado por fin su sitio en el hogar

(…) estamos repentinamente al otro lado ‑mucho más allá‑ del miedo y la vergüenza, y es evidente y claro que en cualquier instante yo tendré que morir, porque la ternura me ha traspasado como cien alfileres de diamante, la ternura me ha pisoteado y arrollado a su paso como el más terrible de los ejércitos en marcha, y me voy deshaciendo, disolviendo, desangrando en palabras, tan dulcemente muerta que ya casi no puedo con el peso de Clara ‑que no pesa nada‑‑‑, y menos mal que hemos llegado juntas a las dos camas gemelas y la deposito allí y le deslizo una almohada bajo la cabeza (…) y la cubro con la sábana y la manta de pieles ‑hace frío con la ventana abierta, y yo quiero mantener abierta la ventana porque la habitación olía a cerrado, y porque es imprescindible que oigamos el mar y el viento entre los cañaverales y el pitido del tren al adentrarse en el primer túnel de la mañana‑, y ahora le pido quedo que no despierte, que se duerma, y me tumbo a su lado, a sus espaldas, y ella despega por fin los labios y gime “Elia no te vayas” y sé que podré repetir un millón de veces el mismo recorrido suave de su cuerpo con mis manos, susurrar interminablemente las mismas palabras tontas en su nuca tibia, escucharla dormir plácida y a trechos suspirante, mientras espero la muerte con el alba”

Esther Tusquets“El mismo mar de todos los verano”
Ed. Castalia (única con notas de la autora, absolutamente edición agotada).

Adios a las armas.

Adios a las armas.

Adiós a las armasErnest Hemingway

 

Catherine:

 

 Llueve mucho.
- Dime: ¿me amarás siempre?
- Sí.
- ¿Siempre te importará igual que llueva?
- No.
- Mejor, porque la lluvia me da miedo.
- ¿Por qué?
- No lo sé, querido. Siempre he tenido miedo de la lluvia.
- A mí me gusta.
- Me gusta pasear cuando llueve. Pero no es bueno para el amor.
- A pesar de todo, te quiero.
- Yo te quiero cuando llueve, cuando nieva, cuando graniza, y ¿qué más?
- No lo sé. Me parece que tengo sueño.
- Entonces duerme, querido, y te amaré de cualquier manera.
- ¿De verdad tienes miedo a la lluvia?
- Cuando estoy contigo, no.

¿Tienes un balcón y te gusta la poesia?

¿Tienes un balcón y te gusta la poesia?

Balcones y Miguel Hernández.

Via Cru+cis.

Via Cru+cis.

Te tiendo la mano /me mojo en la pila bautismal/tu me hablas de alegorías/del Vía Vía

que he iniciado / -las piernas, primera estación- / me apenas con los brazos en cruz

al fin adentro / empieza la peregrinación / muy abajo estoy orando

nombro tus dolores / el dolor que tuviste al ser parida / el dolor de tus seis años

el dolor de tus diecisiete/el dolor de tu iniciación / muy por lo bajo te murmuro entre las piernas                                                            

la más secreta de las oraciones / Tu me recompensas con una tibia lluvia de tus entrañas

y una vez que he terminado el rezo / cierras las piernas / bajas la cabeza .

Cristina Peri Rossi

Bette Davis

Bette Davis