Medio Ambiente, Bali.
El acuerdo sellado el sábado por los 190 países reunidos en los últimos 13 días en la Cumbre del Clima en Bali no sólo traza la 'hoja de ruta' para renovar dentro de dos años el Protocolo de Kyoto, sino que constituye el primer gran pacto de implicación colectiva para tratar de frenar el calentamiento del planeta y el deterioro medioambiental.
La emocionada ovación con la que las delegaciones saludaron el consenso logrado 'in extremis', después de que Estados Unidos tuviera que rectificar su negativa a sumarse al mismo tras recibir un abucheo unánime, refleja mejor que ningún otro gesto el valor de una alianza aceptada por los estados industrializados, las potencias emergentes y los países más desfavorecidos.
Lo que significa que, a diferencia de lo ocurrido hace una década en Kyoto, las intensas negociaciones desarrolladas en Bali han acabado alumbrando un principio de respuesta global para un problema de repercusión igualmente global.
Es evidente que la imposibilidad por parte de la UE de imponer su propuesta más ambiciosa, por la cual los países desarrollados deberían reducir las emisiones de gases de efecto invernadero entre un 25 y un 40% para 2020, rebaja el alcance del calendario suscrito y desvirtúa las advertencias de los expertos de la ONU sobre los riesgos de la inacción. Pero esa cesión ha propiciado la imprescindible incorporación al consenso de aquellos que contribuyen a la contaminación en mayor medida -EE UU, China e India-, y sobre todo lo que resultó imposible en Kyoto.
Esto es, la asunción de un diagnóstico común, a partir del dictamen consensuado de los especialistas de Naciones Unidas, sobre la decisiva responsabilidad del hombre en el deterioro de su entorno vital y la necesidad ya insoslayable de combatirlo. La iniciativa de los estados industrializados para compartir la llamada 'tecnología verde' y cofinanciar la conservación de las grandes masas forestales ha de significar, en la práctica, que la vanguardia económica del mundo renuncia a utilizar la amenaza del cambio climático para ahondar las desigualdades planetarias. Pero serán singularmente la Administración estadounidense -la actual y la que releve en el poder a George Bush- y los gobiernos de los gigantes asiáticos los que deberán confirmar con su gestión del acuerdo la veracidad de su compromiso con la nueva multilateralidad constituida en Bali.
Lo firmado en Bali es un paso adelante, pero habrá que esperar para ver cual es el nivel de cumplimiento de este compromiso, porque en muchas ocasiones las grandes frases y los acuerdos formales naufragan en las aguas de la realidad, de las dificultades prácticas que apareja un cambio de modelo productivo y económico como el que se ha planteado en esta cumbre.
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